Partí del hotel a eso de las cuatro y media de la tarde, llevaba media hora de retraso al aeropuerto y peor aún había embotellamientos por todos lados. El ruido de los carros, los gritos desesperados, todos pitando y para acabarla de joder un calor que sólo ese día podía haber. Iba dentro del taxi, tratando de relajarme y pensando que lograría llegar a tiempo, cuando el respetado señor taxista hundido en la desesperación piso el acelerador a fondo y con un movimiento brusco en el volante invadió el carril de alado.
-'¡Si serás imbécil! ¿Qué no ves que el flujo en ese carril esta peor que aquí?'-le grité contagiado por el caos.
-'¡Hijo de tu Puta madre! ¡Ahora me las vas a pagar! - y siendo presa del coraje, intenté levantarme hacia él, pero cegado por la situación no me percaté que tenía puesto el cinturón y fui jalado por mi propia inercia hacia atrás-.
Mientras intentaba desabrocharlo, el taxista repleto de miedo por mi enojo, salió del taxi y empezó a correr y a gritar como loco entre los carros. Para cuando hube salido los choferes de los autos que el taxi había estado deteniendo me esperaban fuera de sus coches y remarcadamente más molestos que yo. Ahí fue cuando cambié mi papel de cazador a presa y corrí con mis cosas en sentido contrario con la cola entre las patas. Mientras me alejaba escuché algunas aluciones a mi madre y comentarios poco dignos de estar aquí.
Después de correr varias cuadras y sentir que mi vida ya no corría peligro me subí a la banqueta y frente a mi había un viejo inmueble, derrumbado por el tiempo, pero que por alguna razón sentía una conexión con él. La fachada era de ladrillos erosionados por la lluvia y el viento helado que bajaba de las montañas al centro de la gran metropólis en la que vivía. Voltíe a ver mi reloj, y mi tiempo de retraso estaba en el límite, o tomaba un taxi en ese momento y corría para alcanzar el avión o bien me aventuraba a entrar a la vieja casa frente a mí y trataba de entender ese sentimiento que se había despertado en mí.
Por supuesto que opté por la primera, no podía permitirme llegar tarde a la boda de mi hija, ella me había pedido que se lo prometiera desde el día que le propusieron matrimonio, tal era mi fama de llegar tarde a los eventos. Desde que ella era una niña no lograba llegar a tiempo a ninguno de sus eventos, a excepción de aquella vez en la que sería la caperucita roja y al llegar al teatro me acordé que esa misma tarde en la hora de la comida ella me había recalcado que la obra de teatro se había cambiado para el otro día, y tristemente al otro día no pudé repetir mi hazaña. Tal era mi suerte, que por más que planeara mis actividades algo siempre me detenía y me hacía llegar tarde.
Llegué al aeropuerto y empecé a correr hacia la aerolínea, con eso de que ahora tienes que cambiar el boleto electrónico en mostrador, y mientras me hacía bolas con mis cosas y me tropezaba con la gente escuchaba por los altavoces:
-'Pasajeros del vuelo A733 con destino a Treviso favor de abordar por la sala 11, este es el último aviso'.
Al llegar a la fila, que por cierto, tenía poca gente, me empezó hacer efecto el litro de agua que había bebido por la mañana, habiendo tomado el consejo que el día anterior me habían dado en el bar unos amigos para mantener los riñones hidratados. Me empezaron a dar unas ganas tremendas de orinar, de esas que por más que aprietas no puedes soportar el dolor en la vejiga. Volví hacía la persona de atrás y era una señora de baja estatura, piel morena y con una cara que al verla, supe que sería imposible pedirle que me apartará el lugar en la fila. Tomé mis cosas y corrí hacía el baño, tranquilizado por que después de la señora sólo había dos personas más que seguramente al volver ya habrían pasado. Cual fue mi sorpresa que al llegar a los baños de la aerolínea descubrí que estaban fuera de servicio, tenía que irme a otra sala a conseguir baños antes de que ya no pudiera apretar más.
Inhale hasta llenar mis pulmones de aire, apreté fuertemente sabiendo que está sería la última oportunidad y corrí hacia la sala anexa entre la multitud que atestaba los pasillos. Una vez que hube terminado de hacer mis necesidades regresé pronto para hacer fila y felizmente vi que no había cola. Al llegar al mostrador, le di mi boleto electrónico y la señorita me respondió eficazmente lo siguiente:
-'Lamento informarle que ya está cerrado su vuelo, pero con gusto podemos cambiarlo al que sigue, ¿desea el cambio?. Ese fue mi pagó por querer golpear al taxista.
-'Si no es mucho inconveniente, porfavor.'
-Pues no lo es, pero tiene un costo de cuatrocientos cincuenta pesos, ¿va a pagar con tarjeta o con efectivo?
-¡¿Qué?! ¿Es en serio?, pero si estuve aquí a tiempo, ¿qué acaso no me vió? estuve haciendo fila hasta que me surgió la necesidad de ir a mear, ahora resulta que por ir a mear tengo que pagar para que me den otro vuelo, ¡eso es algo que no se puede controlar! Quiero que hable y detenga ahora mismo al avión antes de que le apliqué la camaleonina. -le miré fijamente a los ojos y gruñí como perro enojado- Grrrrr...
-Señor hágame el favor de salir de la sala antes de que llame a los guardias.-Su tranquilidad fue amenazadora.
No sólo había perdido la oportunidad de viajar por la noche, sino que ahora ya no habría forma de llegar puntual a la boda de mi hija. Otra vez se volvió a repetir.
Sólo me quedaba la opción de irme y rentar un cuarto por una noche en un hotel cerca del aeropuerto y tomar el primer vuelo del dia siguiente. Dicho así, estaba en la cama del hotel viendo la tele, cuando de pronto, me llegó la imagen a mi cabeza del inmueble viejo con el que me había topado y el mismo sentimiento que experimenté afloró en mí.
Salí del cuarto a las diez y media de la noche con planes de investigar el lugar.
-'¡Si serás imbécil! ¿Qué no ves que el flujo en ese carril esta peor que aquí?'-le grité contagiado por el caos.
-'¡Hijo de tu Puta madre! ¡Ahora me las vas a pagar! - y siendo presa del coraje, intenté levantarme hacia él, pero cegado por la situación no me percaté que tenía puesto el cinturón y fui jalado por mi propia inercia hacia atrás-.
Mientras intentaba desabrocharlo, el taxista repleto de miedo por mi enojo, salió del taxi y empezó a correr y a gritar como loco entre los carros. Para cuando hube salido los choferes de los autos que el taxi había estado deteniendo me esperaban fuera de sus coches y remarcadamente más molestos que yo. Ahí fue cuando cambié mi papel de cazador a presa y corrí con mis cosas en sentido contrario con la cola entre las patas. Mientras me alejaba escuché algunas aluciones a mi madre y comentarios poco dignos de estar aquí.
Después de correr varias cuadras y sentir que mi vida ya no corría peligro me subí a la banqueta y frente a mi había un viejo inmueble, derrumbado por el tiempo, pero que por alguna razón sentía una conexión con él. La fachada era de ladrillos erosionados por la lluvia y el viento helado que bajaba de las montañas al centro de la gran metropólis en la que vivía. Voltíe a ver mi reloj, y mi tiempo de retraso estaba en el límite, o tomaba un taxi en ese momento y corría para alcanzar el avión o bien me aventuraba a entrar a la vieja casa frente a mí y trataba de entender ese sentimiento que se había despertado en mí.
Por supuesto que opté por la primera, no podía permitirme llegar tarde a la boda de mi hija, ella me había pedido que se lo prometiera desde el día que le propusieron matrimonio, tal era mi fama de llegar tarde a los eventos. Desde que ella era una niña no lograba llegar a tiempo a ninguno de sus eventos, a excepción de aquella vez en la que sería la caperucita roja y al llegar al teatro me acordé que esa misma tarde en la hora de la comida ella me había recalcado que la obra de teatro se había cambiado para el otro día, y tristemente al otro día no pudé repetir mi hazaña. Tal era mi suerte, que por más que planeara mis actividades algo siempre me detenía y me hacía llegar tarde.
Llegué al aeropuerto y empecé a correr hacia la aerolínea, con eso de que ahora tienes que cambiar el boleto electrónico en mostrador, y mientras me hacía bolas con mis cosas y me tropezaba con la gente escuchaba por los altavoces:
-'Pasajeros del vuelo A733 con destino a Treviso favor de abordar por la sala 11, este es el último aviso'.
Al llegar a la fila, que por cierto, tenía poca gente, me empezó hacer efecto el litro de agua que había bebido por la mañana, habiendo tomado el consejo que el día anterior me habían dado en el bar unos amigos para mantener los riñones hidratados. Me empezaron a dar unas ganas tremendas de orinar, de esas que por más que aprietas no puedes soportar el dolor en la vejiga. Volví hacía la persona de atrás y era una señora de baja estatura, piel morena y con una cara que al verla, supe que sería imposible pedirle que me apartará el lugar en la fila. Tomé mis cosas y corrí hacía el baño, tranquilizado por que después de la señora sólo había dos personas más que seguramente al volver ya habrían pasado. Cual fue mi sorpresa que al llegar a los baños de la aerolínea descubrí que estaban fuera de servicio, tenía que irme a otra sala a conseguir baños antes de que ya no pudiera apretar más.
Inhale hasta llenar mis pulmones de aire, apreté fuertemente sabiendo que está sería la última oportunidad y corrí hacia la sala anexa entre la multitud que atestaba los pasillos. Una vez que hube terminado de hacer mis necesidades regresé pronto para hacer fila y felizmente vi que no había cola. Al llegar al mostrador, le di mi boleto electrónico y la señorita me respondió eficazmente lo siguiente:
-'Lamento informarle que ya está cerrado su vuelo, pero con gusto podemos cambiarlo al que sigue, ¿desea el cambio?. Ese fue mi pagó por querer golpear al taxista.
-'Si no es mucho inconveniente, porfavor.'
-Pues no lo es, pero tiene un costo de cuatrocientos cincuenta pesos, ¿va a pagar con tarjeta o con efectivo?
-¡¿Qué?! ¿Es en serio?, pero si estuve aquí a tiempo, ¿qué acaso no me vió? estuve haciendo fila hasta que me surgió la necesidad de ir a mear, ahora resulta que por ir a mear tengo que pagar para que me den otro vuelo, ¡eso es algo que no se puede controlar! Quiero que hable y detenga ahora mismo al avión antes de que le apliqué la camaleonina. -le miré fijamente a los ojos y gruñí como perro enojado- Grrrrr...
-Señor hágame el favor de salir de la sala antes de que llame a los guardias.-Su tranquilidad fue amenazadora.
No sólo había perdido la oportunidad de viajar por la noche, sino que ahora ya no habría forma de llegar puntual a la boda de mi hija. Otra vez se volvió a repetir.
Sólo me quedaba la opción de irme y rentar un cuarto por una noche en un hotel cerca del aeropuerto y tomar el primer vuelo del dia siguiente. Dicho así, estaba en la cama del hotel viendo la tele, cuando de pronto, me llegó la imagen a mi cabeza del inmueble viejo con el que me había topado y el mismo sentimiento que experimenté afloró en mí.
Salí del cuarto a las diez y media de la noche con planes de investigar el lugar.