El viento acariciaba mi rostro, suave y lentamente, mis pasos eran tenues y
silenciosos, mi movimiento era calmado, avanzaba entre las nubes con la
frente en alto, mis ojos hacia el horizonte, horizonte en el cual te
encontrabas tu. Todo era cielo y nubes, todo era calma y poemas de nuestro
tiempo juntos.
En ese mar inmenso de nubes, comenzaron a nadar delfines, a volar mariposas
rodeando nuestro rastro, pequeñas ardillas se asomaban entre las copas de
las nubes, todo era tan maravilloso. Tu cabello acariciado por el aire,
ondulandose de lado a lado, tu sonrisa llena siempre de luz.
Las alas extendidas de una enorme águila sobrevolaban nuestro entorno, mis
pasos cada vez mas cortos intentaban llegar a ti, el arroyo humedecia mis
pies, eramos tu y yo en un desierto de nubes, llenos de vida y amor.
Un arbol de hojas blancas comenzo a silvar nuestros recuerdos, era nuestra
luz la que lo alimentaba en el no tiempo, era el arbol de nuestra vida, el
arbol del que nacian nuestros sentimientos.
Estoy acostado sobre un infinito arroyo, con agua acariciando la mitad de mi
cuerpo, tu mano en el cielo, con los rayos solares de fondo. Dejas que el
sol nos ilumine el rostro al tomarme mi mano.
Son las estrellas las que ahora nos cuidan, caminamos por el espacio
entrando y saliendo de cada universo. No hay tiempo para detener la
corriente del rio, somos Dios, somos el universo, somos amor que permanece
eterno en el tiempo. Somos... tu y yo.
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