domingo, julio 27

Om-dim-do

Una de esas tardes, en las que el sonido irregular de las gotas de lluvia cayendo sobre el techo de mi casa se oía, me dejé llevar por un impulso interno y ajeno a mi forma de proceder.

Tomé mi guitarra y la amarré a mi espalda, bebí un vaso de agua y trás esto salí de mi casa para realizar un viaje a unas tierras que nunca antes había conocido y las cuales tendrían tal influencia sobre mí que cambiarían mi forma de ver la vida para siempre.

En aquellas instancias mentalmente no sabía a donde íria a parar pero mis emociones parecían saber con certeza hacia donde debía dirigirme. Las seguí y trás varias semanas de viaje llegué finalmente a mi destino.

En medio del desierto de Arizona, cerca de la ciudad de Sedona me topé con un tipo que tenía la apariencia de índigena pero vestía ropa de etiqueta y su porte era como el de un príncipe.

Le comencé a describir que había pasado conmigo y como era que había dado sin plan alguno con el lugar, y más que nada con él. El parecía ya saberlo. De su mirar surgía un viento luminoso lleno de tranquilidad y cuyo movimiento incesante haría florecer un jardín seco. Yo sentía como su atención estaba completamente centrada en escuchar mí historia. Al terminar de contarla, el viejo permaneció en silencio como si estuviera planeando cada palabra que a continuación me díria.

Comencé a desesperar mientras veía como el sol se ocultaba y el cielo enrojecía de amor por la vida y en memoria de los buenos tiempos en los que había habido armonía, por mi parte comenzaba a tener sed y mis nalgas de tanto estar sentado se habían entumecido.

Finalmente, trás una larga espera el viejo volteo a verme y me pidió la guitarra. Me sorprendió su proceder sin embargo, una voz en mi interior me decía que podía confiar en él y en su actuar.
Después de prestarle mi guitarra la cual era aún iluminada por la luz anaranjada y dispersa del cielo me dijó lo siguiente:

-"Escucha atento, no con la mente, ni con el corazón, sino con todo tu ser. Esa será la única forma de comprender lo que habré de decirte".

Y trás esto dijó unas palabras en un idioma que me era desconocido pero que emocionalmente tuvieron un impacto en mí y luego cantó lo siguiente:


-"Ésta - me dijó- es la canción de la libertad y sólo aquellos que la comprenden pueden ser considerados guerreros del amor. Sólo ellos saben amar con libertad y con entrega total de cada parte que los conforma a su compañero de vida. Son como águilas que vuelan libres por el universo pero siempre fieles a quienes aman".

Tras sus palabras súbitamente caí dormido. Al despertar seguía en mi casa escuchando aún las gotas de lluvia caer sobre el techo. Me dí cuenta que nunca salí de ella, sin embargo sentía la extraña sensación de qué lo que me había ocurrido era algo más allá de mi comprensión, algo milagroso.

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